Antanas y los mimos

Mockus

Aurelijus Rutenis Antanas Mockus es a primera vista un tipo que no tiene todos los tornillos de su cabeza en orden. Su corte de pelo tipo Moe de los Tres Chiflados, su barba de Abraham Lincoln y los trajes de superhéroe que acostumbra a utilizar le dan un aspecto bastante más extravagante que el de la media de la población. De hecho, es más que probable que Antanas Mockus sufra en efecto de algún desorden mental, ya que de otra manera no se explicaría su decisión de dejar una tranquila vida académica para ser alcalde de su ciudad natal, Bogotá, considerada a mediados de los noventa como una de las urbes más peligrosas y caóticas de toda Latinoamérica.

Sin embargo, el loco de Antanas fue bastante más exitoso de lo que todo el mundo esperaba, logrando cambiarle por completo el rostro a su ciudad en sus dos períodos como alcalde (1995 – 1998 y 2001 – 2004). Mal que mal, son pocos los alcaldes latinoamericanos que pueden decir que han expuesto en la prestigiosa Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard a tablero vuelto, tal como sucedió con Mockus algunas semanas atrás.

Y es que lo del bogotano es considerado hoy en día como un modelo revolucionario digno de estudio en todo el mundo. Lo suyo, más que la aparente espectacularidad de las formas, es una firme convicción en lo que él llama la “doctrina de la cultura ciudadana”, basada en el empleo de métodos pedagógicos para lograr cambios sociales. Donde fallaron los métodos tradicionales basados en la aplicación de castigos y multas, Mockus empleó políticas ingeniosas que entendían que la sanción social es mucho más poderosa a la hora de cambiar malos hábitos profundamente arraigados en la población.

Salen los policías y entran los mimos

Como la gran mayoría de las ciudades de la región, a mediados de los noventa Bogotá constituía un muy buen ejemplo acerca de cómo no hay que comportarse en las calles. Un tráfico caótico, liderado por conductores que no respetaban las más mínimas normas de civilidad detrás de un volante, se mezclaba con el movimiento de peatones que tampoco estaban dispuestos a seguir las más elementales normas de tránsito. El resultado: una de las tasas de accidentes vehiculares más altas de toda Latinoamérica.

Donde cualquiera hubiera visto la solución en reglamentos más duros y multas más altas para los infractores, Mockus vislumbró una salida mucho más ingeniosa, cuyo éxito inmediato aún causa admiración en el mundo entero. La receta, tremendamente sencilla, fue lanzar 500 mimos a las calles, quienes tenían como misión señalar a todos aquellos cuya conducta vial se apartara de las buenas costumbres de tránsito. Así, si alguien cruzaba una vía en un lugar no habilitado, inmediatamente era seguido por un mimo que lo remedaba por detrás, lo que la mayoría de las veces provocaba las risas de todos aquellos que se encontraban en la acera mirando este insólito espectáculo. Por supuesto que más de algún mimo se llevó de premio una buena paliza de los molestos peatones, pero la reacción generalizada fue más bien la de no repetir la acción imprudente, porque la mofa de cientos de bogotanos resultaba mucho más agraviante que el pago de una multa, que después de todo se hace en la soledad de una oficina, sin testigos que a uno lo avergüencen.

Los mimos, que al poco tiempo se transformaron en todo un símbolo de la ciudad, también extendieron su accionar hacia los automovilistas, a quienes les mostraban unas grandes tarjetas rojas, si su accionar era inapropiado, o blancas, si su conducta merecía la aprobación de toda la ciudadanía. El resultado de la acción de este ejército silencioso sorprendió hasta a los más escépticos: en pocos años los bogotanos se habían convertido en ciudadanos ejemplares en lo que a comportamiento vial se refiere, y todo gracias a un programa que en su conjunto resultó mucho más económico y efectivo que cualquier campaña anterior.

¿Y si probamos acá?

Sobra decir que el comportamiento vial de los habitantes de la ciudad de México, tanto peatones como automovilistas, deja muchísimo que desear. Por ello, a nadie sorprende la altísima tasa de accidentes de tránsito con resultado fatal que registra la capital, por lejos la más alta de la Federación. Sin embargo, las soluciones implementadas hasta ahora repiten los conceptos que han fracasado sistemáticamente a lo largo de los años, basados en la imposición de más y mayores multas, que lo único que han hecho es engrosar el bolsillo de policías ávidos de aprovecharse de las debilidades del sistema. Y es que cuando sabemos que nuestras faltas de tránsito tienen un costo monetario (ya sea en la forma de multa o mordida), nosotros evaluamos la relación costo – beneficio de cometer esa falta, la que se analiza de acuerdo a las posibilidades de ser sorprendido. Si estas posibilidades son bajas y uno está dispuesto a pagar el importe económico de la multa, es muy probable que siga cometiendo esa falta.

Con la sanción social pasa algo distinto, porque no tiene valor económico, pero su fuerza es mucho mayor. Si la gente no fuma adentro del Metro no es porque haya una ley o una multa que lo prohíban, sino más bien por el miedo a enfrentar la mirada molesta de los demás pasajeros. Lo mismo pasó con los mimos en Bogotá, que con sus payasadas fueron capaces de generar una conciencia en la ciudadanía en el sentido que el buen comportamiento en las calles es fundamental para tener una sociedad mejor. Así, a la larga los mimos ya no fueron necesarios, porque fueron los mismos ciudadanos los que empezaron a autorregularse, llamando la atención a quien se saliera de los márgenes establecidos.

Hoy día, que los accidentes de tránsito cobran miles de vidas cada año en la ciudad, valdría la pena analizar la factibilidad de aplicar medidas como las impulsadas por Mockus. No tienen por qué ser mimos; a lo mejor aquí sería más efectivo un ejército de chapulines colorados armados de chipotes chillones y chicharras paralizadoras para sancionar a los infractores. No sería nada de raro que cambiaran muchas actitudes en el corto plazo. Sólo falta el valiente que se atreva a sacarlos a la calle.

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8 Comentarios en Antanas y los mimos

  1. Saludos…
    Yo soy bogotano y la verdad Antanas ha sido uno de los mejores alcaldes que ha tenido esta ciudad…
    Pero como bien dices, el problema es mas cultural que de multas… Y aunque se solucionaron varios de estos problemas, ahora es común escuchar accidentes de transito por alcohol e imprudencia, y en esos casos No se me ocurre como los mimos puedan ayudar al nuevo alcalde Samuel Moreno… Aunque la popularidad de el es bien baja como para que se ponga a hacer eso…
    Saludos Ancestrales…

    • Rodrigo Díaz // 5 agosto 2009 en 10:15 pm // Responder

      Accidentes de tránsito por alcohol e imprudencia siempre van a existir, en Bogotá, Helsinki o Bangkok. Lo importante es que hasta hace unos 15 años la capital colombiana era el símbolo de la ciudad insegura, el lugar donde nadie quería ir en su sano juicio. La gestión de un par de alcaldes muy distintos pero con ideas claras de fuerte sentido urbano la cambiaron radicalmente, convirtiéndola en el modelo a seguir en las grandes urbes latinoamericanas. No es poca cosa.

  2. Creo que lo mas importante de la intervencion de los mimos, es el concepto que esta detras… la idea que la gente se regula no solo por temor a la sancion legal (multa). Mockus ha investigado sobre el problema de la armonia entre la regulacion legal, la auto regulacion (moral) y la mutua regulacion (cultura). Los mimos intentaron apelar al temor al rechazo social (la burla de los transeuntes) y el deseo de reconocimiento (el peaton que se arrepiente y se compromete a cambiar), esto de la mano con la regulacion legal (un policia estaba escondido y sancionaba a los peatones que no le hacian caso al mimo). Esta intervecion logro que la gente cambiara su percepcion negativa de la ley, y empezara a actuar por buenas razones.

  3. Se agradece el aporte.

  4. Creo que para hablar o dar una opinión por lo menos hay que investigar un poquito de quien se va hablar, esto me parece un reportaje Pésimo!!!

  5. Pedro Perez, ¿por qué es un pésimo reportaje? Algún sustento?
    Saludos,
    Chuto Ch.

  6. hector castaño // 1 junio 2010 en 9:00 pm // Responder

    creo que si el moco hubiera sido buen alcalde se hubiera llevado por los cachos a santos en bogota pero no fue asi y santos gano por mayoria en bogota

    • Rodrigo Díaz // 11 junio 2010 en 7:59 am // Responder

      Tengo la impresión que Mockus es el clásico ejemplo de político que es mucho más popular fuera de su país que dentro de él. Caso contrario es el de Uribe, cuya imagen internacional es bastante más mala que la que se tiene de él en Colombia. ¿Cambiaría mucho mi opinión sobre Mockus, Fajardo y Peñalosa si yo fuera colombiano? No lo descarto en absoluto, pero como no lo soy puedo declarar abiertamente mi simpatía no tanto hacia ellos como hacia la obra urbana que desarrollaron en sus mandatos, y que ha posicionado a las ciudades colombianas como el ejemplo a seguir en Latinoamérica y el mundo.

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