Caminar un río

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París, junio de 2018. Imagen: Rodrigo Díaz

La transformación del Río Sena en París considera la conversión de 3.3 kilómetros de vía vehicular, desde el Jardín de las Tullerías hasta el barrio de la Bastilla, en un paseo peatonal. La idea no es tan nueva: desde 2002 la ciudad lleva a cabo el programa Paris Plages (playas de París), que durante un mes del verano convierte un tramo del río en una playa artificial, arena y quitasoles incluidos.

El éxito de esta iniciativa impulsó a la alcaldesa socialista Anne Hidalgo a dar un paso más allá, eliminando la circulación de 43 mil automóviles y motocicletas que diariamente ocupaban el tramo más atractivo de la ribera derecha del río. Así, donde hasta hace un par de años había tráfico vehicular, hoy hay cafés, pequeños restaurantes y juegos infantiles. El ruido de la congestión motorizada dio paso al más amigable bullicio de las actividades recreativas y culturales, 7 días a la semana, 365 días al año.

La iniciativa, que es parte del programa Paris Respire (París respira), orientado a mejorar la calidad del aire de la ciudad, no ha estado exenta de polémica. Recursos judiciales que buscan revertir la medida, argumentando mayor congestión vehicular, han demorado la construcción de las obras definitivas de mejoramiento del espacio público, que incluirán la colocación de pisos de madera sobre el asfalto, haciendo aun más atractivo el deambular ribereño (recordar que el flâneur es un invento parisino). En todo caso, que no panda el cúnico: los recursos no han prosperado en gran medida porque la peatonalización goza de gran popularidad. A su vez, la existencia de una completa red de transporte colectivo de alto estándar, sumada al mejoramiento de la infraestructura ciclista, ofrece buenas alternativas para bajarse del auto, lo que posibilita que la opinión pública digiera con mayor facilidad la siempre controvertida idea de eliminar espacio vehicular.

El río siempre estuvo ahí, sólo había que incorporarlo al sistema de espacios públicos de la ciudad. Al peatonalizar su ribera, la ciudad ganó una nueva manera (una más) de mirarse y gozarse.

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Cerveza junto al río. París, junio de 2018. Imagen: Rodrigo Díaz