12 razones para oponerse al Corredor Chapultepec

CCChapultepec

  1. Porque su origen carece del más mínimo grado de transparencia. El proyecto fue cocinado a espaldas de la ciudadanía, siendo presentado a la luz pública cuando ProCDMX junto al inversionista, el constructor, el administrador del centro comercial y el equipo de arquitectos –todos designados en un proceso legalmente válido pero escasamente transparente- ya habían decidido programa, partido arquitectónico y modelo de negocio.
  2. Porque no hubo concurso público de arquitectura. Una cosa es que la ley faculte a ProCDMX a asignar directamente el proyecto, y otra muy distinta es que la obligue a ello. En un proyecto de esta magnitud, que afecta 10 hectáreas que son de todos, el concurso de arquitectura no es opción, sino obligación, por un asunto de transparencia y búsqueda de la excelencia arquitectónica. Al asignar a dedo, la ciudad pierde la posibilidad de elegir entre múltiples opciones, debiendo conformarse con lo que salga de la mano del arquitecto de la corte y lo que éste pueda o quiera negociarle al señor inversionista.
  3. Porque no existe impedimento técnico para hacer una solución distinta a un segundo piso. Si los problemas detectados son a nivel de calle (banquetas discontinuas y deterioradas, peligro al cruzar, falta de atractivo general de la zona), la solución también es a ese nivel. Así lo ha entendido un buen grupo de arquitectos que, variantes más, variantes menos, ha propuesto para el lugar una fórmula que se resume en ampliar tamaño de banquetas, dar continuidad a los pavimentos creando franjas de uso, quitar carriles de circulación vehicular, colocar grandes árboles y mejorar cruceros. Solución simple, como todo buen espacio público.
  4. Porque en la práctica privatiza el espacio que es de todos. Algo anda mal cuando los esfuerzos oficiales se centran en justificar el remedio olvidando la enfermedad que originó su prescripción. La única razón de ser del segundo piso comercial es la necesidad de generar financiamiento para una intervención en un lugar que jamás ha necesitado una estructura de esas características para explotar su gigantesco potencial. Los vacíos urbanos de las grandes avenidas son patrimonio de todos los ciudadanos (los parisinos hasta el día de hoy agradecen los bulevares que les legó el Barón Haussmann). Cuando se aplica un buen diseño se transforman en el gran punto de fuga de nuestras ciudades (no nos cansamos de gozar Reforma); al privatizar este vacío perdemos para siempre vistas, perspectivas, asoleamientos que por su escasez debemos preservar.
  5. Porque separa lo que pretende unir. Si uno de los propósitos de la iniciativa es mejorar la conectividad entre la Zona Rosa y la colonia Roma, entonces lo lógico es potenciar las conexiones transversales a lo largo de la Avenida, precisamente lo que el proyecto no hace. La colocación de un segundo piso comercial que privilegia recorridos longitudinales difícilmente acercará a ambos barrios, que aparte del río de automóviles mañana tendrán una barrera vertical que los separará aun más.
  6. Porque profundiza el deterioro del espacio público existente. El éxito del señor inversionista (y de todo el modelo de negocio) depende de subir la mayor cantidad de gente posible al centro comercial en las alturas, no de la circulación de esta misma gente a nivel de banqueta. Más allá de lo que puedan sugerir las imágenes, tanto la actual acera como el arroyo vehicular son el patio trasero de la propuesta, el cenicero donde tirarán sus colillas quienes asciendan a comprar. Si hoy es poco atractivo andar por la calle, mañana esto va a tener que hacerse con una losa de concreto seis metros arriba que garantiza sombra profunda a lo largo de gran parte del día, verdadera condena de muerte para el comercio a nivel de calle. Recuerde: todo segundo piso tiene una parte de abajo que rara vez se muestra en los renders. Mañana será parte del programa de recuperación de bajopuentes de la ciudad.
  7. Porque es un centro comercial disfrazado de espacio cultural. 20,500 metros cuadrados destinados a comercio son prácticamente equivalentes a la superficie de la plancha del Zócalo. Si la mayor parte del espacio programático va a ser comercio, ¿por qué ocultarlo bajo el políticamente correcto nombre de Corredor Cultural? Sí, claro, se dice que va a haber siete espacios destinados a distintas representaciones artísticas. ¿Acaso no pueden tener lugar en un proyecto pensado a nivel de calle? No, que la actividad cultural no sea pretexto para el desarrollo de un negocio inmobiliario sobre un espacio que pertenece a todos los ciudadanos.
  8. Porque el criterio de autofinanciación del espacio público es profundamente discriminatorio. El autofinanciamiento de la construcción y mantenimiento de un proyecto de esta naturaleza puede ser un objetivo deseable, pero en modo alguno debe anteponerse a las reales necesidades del lugar. De los espacios públicos la mayoría de los ciudadanos no esperamos que se autofinancien, sencillamente porque su naturaleza no es la generación de recursos económicos. Si éste es el criterio a seguir, en el futuro sólo habrá proyectos en aquellas zonas que ofrecen atractivo comercial, como Chapultepec, que así y todo deben pagar un precio muy alto –verdadero urbanismo fáustico- para hacer algo que la mayoría de los contribuyentes gustoso paga con sus impuestos.
  9. Porque no exploró alternativas de financiamiento distintas a la construcción de un centro comercial elevado. Ya que el dogma a seguir era el autofinanciamiento, éste perfectamente pudo haberse encontrado en las edificaciones y predios ya existentes mediante la aplicación de mecanismos de captura de plusvalías. Estos son instrumentos normativos y fiscales utilizados para restituir al Estado las ganancias obtenidas por un privado a raíz de la inversión pública en un lugar. Si la mejora del espacio público sube el valor de los inmuebles (ahí están Madero, 16 de septiembre y la Alameda Central para demostrarlo), ¿por qué no se consideró una estrategia de esta naturaleza en vez de inventar un segundo piso comercial que la calle claramente no necesita?
  10. Porque es un negocio de alto riesgo para la ciudad. Sí, el riesgo financiero lo asume el inversionista, pero los probables costos los pagamos todos. ¿Qué pasa si el negocio sale mal, si sube menos público del esperado, si las grandes tiendas se transforman en humildes fotocopiadoras, imprentas y salones de belleza? Lo primero que se resiente en esos casos es el mantenimiento, lo que es un verdadero problema cuando el centro comercial hace las veces de espacio público. Dadas las particulares características del proyecto, su reciclaje en algo provechoso suena difícil. Cargar un muerto de concreto y acero por al menos 40 años es una perspectiva que no hay que desechar (a menos que, claro, se plantee un futuro rescate público del finado, con lo cual la teoría del autofinanciamiento se va al soberano carajo).
  11. Porque la planeación y construcción de espacios públicos no debiera entrar en el ámbito de acción de ProCDMX. ¿Para qué existen SEDUVI y su brazo operativo, la Autoridad del Espacio Público, si el proyecto más importante de la administración Mancera queda a cargo de una institución cuya misión y capacidades escapan a este ámbito? El resultado está a la vista: una iniciativa que es más modelo de negocio que proyecto de mejora del espacio público.
  12. Porque no ha contado con un proceso de participación ciudadana propiamente tal. Cuando la participación se toma en serio, los distintos actores tienen la real posibilidad de incidir en los aspectos relevantes del proyecto, que son aquellos que se deciden antes de tirar la primera línea. Lo que se ha vivido ahora es más bien una campaña de publicitaria de convencimiento, de que la gente acepte por la buena lo que se impone a la mala. Más allá de los foros, de los debates, de los intercambios de opiniones en redes sociales, lo que persiste es una defensa a ultranza de un proyecto que ya ha despertado bastante oposición como para no tenerla en cuenta.

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