De la seguridad vial a la inseguridad de Vidal

Imagen: clarin.com

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Copio información contenida en la página de la Comisión Nacional de Tránsito (CONASET):

“Si alguien posee una cantidad de alcohol en la sangre de entre 0.3 y 0.5 g/l (gramos de alcohol por litro de sangre) el riesgo de sufrir un accidente es el doble que si no hubiera bebido.

Si alguien posee una cantidad de alcohol en la sangre de entre 0.5 y 0.8 g/l (gramos de alcohol por litro de sangre), el riesgo es cinco veces más que si no hubiera bebido.”

Al momento de chocar su flamante Ferrari, Arturo Vidal manejaba con 1.2 g/l en su sangre. Dicen que conducía a una velocidad cercana a los 160 kilómetros por hora. En otras palabras, manipulaba un arma mortal en estado de ebriedad, y alguien que hace eso es considerado un peligro público en cualquier lugar del mundo.

«Si la cagó, la cagó, caballero», le señaló el carabinero a cargo de su detención, resumiendo en una maravillosa frase la esencia del estado de derecho, un pacto colectivo en que nos hacemos responsables de nuestras acciones frente al resto de la sociedad. Habrá que decir que a la hora de hacer cumplir el pacto colectivo de la seguridad vial, Chile no lo está haciendo tan mal. De acuerdo a datos de CONASET, en 2011 se registraron, a nivel nacional, 205 víctimas fatales en incidentes de tránsito vinculados a la ingesta de alcohol. Este número bajó a 142 en 2014 (¿cuántas vidas ha salvado con su vida la pequeña Emilia?). Bajar un 30 por ciento en sólo tres años es impresionante, pero 142 personas siguen siendo un número alto, que perfectamente podemos evitar y por qué no, llevar a cero.

Para eso tenemos que poner recursos para mejorar nuestra infraestructura vial, orientándola a disminuir velocidades y proteger a los usuarios más débiles de la calle. También es necesario hacer más controles preventivos y realizar campañas de educación. Y sí, sancionar drásticamente a los peligros públicos al volante.

Díganme conservador, reaccionario, lo que quieran, pero en materia de seguridad vial esto último es fundamental. Si no me cree, vea qué hacen los países con índices más bajos de muertes en incidentes de tránsito.

Si Vidal hubiera chocado en Dinamarca, probablemente continuaría preso (los daneses se enorgullecen de sus altas penas, como puede leer aquí).

En Noruega bastan 0.5 g/l para irse preso; Vidal tenía más del doble. En Suecia 1.0 g/l en la sangre pueden significar hasta dos años de prisión. La “Visión Cero” promovida por este país se basa en gran medida en fuertes penas para los infractores. No queda de otra (si quiere leer un informe completísimo sobre el tema, baje este reporte).

Si quiere emborracharse en su casa o en Juan Pinto Durán, ni un problema, es asunto suyo. Si lo hace con las manos al volante, el problema es de los demás. Por eso lo que más molesta no es la reacción del jugador (que finalmente reconoce su falta), sino la de gran parte de la población, incluido el entrenador al que le falló, que ha tratado de minimizar el hecho, bajando a simple pecado de juventud lo que a todas luces es una falta de la mayor gravedad (cuando salga a la cancha el viernes lo van a ovacionar, y ahí sí que nos vamos a la B).

No, no tengo nada en contra de Arturo Vidal. De hecho, tengo gran admiración hacia él como jugador. Soy colocolino de toda la vida (acabo de perder unos cuantos lectores), y no dudo un segundo en calificarlo como uno de los mejores productos salidos de la alguna vez generosa cantera alba, aquella que nos dio a Caszely, a Pizarro, a Garrido, a Matías Fernández (nombro a los que vi jugar). Sí, Arturo Vidal puede ser uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol chileno, y eso se agradece.

Pero la cagó. Y feo.

Palabras al cierre

Por favor no me digan oportunista. Este blog lleva más de 6 años hablando de seguridad vial, artículos que generalmente casi nadie lee. A ver si el condoro de Vidal nos sirve para impulsar un tema que debiera ser prioridad en las agendas de salud pública y movilidad.